Friday, February 24, 2017

CD Mix 9

Empiezo a escribir sin saber muy bien qué voy a decir, o de qué voy a hablar, pero simplemente empezar suele ser la mejor forma de hacer algo. "Comer y rascar todo es empezar" dice la versión light del refrán. Por circustancias del azar acabo de perder los cuatro párrafos que llevaba escritos sobre mi estancia en Ciudad de México o CDMX, que ya no se llama DF, y soy muy reacio a escribir otra vez lo mismo, así que si no tenía ideas para escribir ahora no tengo ni si quiera la motivación, ¡Oh cielos!, así que perdón de antemano por lo que pueda salir de esto, porque llevo 5 horas en un bus y me empieza a picar el sobaco. El desodorante me ha abandonado literalmente, no lo encuentro por ningún lado y las toallitas se me están acabando. Sí, lo sé, debería comprar, pero ya me conocéis.

En CDMX muy bien. No me han atracado ni una sola vez ni me han robado nada. No sé si es debido a que he llevado bastante cuidado, o que mi apariencia cada vez es más mexicana y peligrosa... puede que lo del desodorante tenga que ver. He escuchado teorías acerca de que la alimentación te cambia el PH de la piel y el olor corporal. He sido muy feliz comiendo rico y barato en cualquier esquina. He ido a las pirámides de Teotihuacán. He ido al museo de antropología. He ido a ver obras de Diego Rivera y Frida Kahlo. He ido a un musical rollo Hoy no me puedo levantar llamado Mentiras en el que actuaba Pablo Puyol, el de UPA Dance. He ido al gimnasio. He tomado mezcal.
He entendido un poco mejor cómo funciona el caos Mexicano. Aun así he decidido no profundizar demasiado ni explorar los lugares que no me inspiraban seguridad. He visto mucha venta ambulante, mucha mendicidad, he visto dos hogueras en la carretera, he ido en el metro, he visto el contraste de clases que en esta ciudad se vuelve más extremo.

Lo que más me ha llamado la atención es la mentalidad del mexicano trabajador. Se tiene la concepción de que quien está en la miseria es porque quiere y no se esfuerza. Una mentalidad muy estadounidense que parece estar cada vez más arraigada y que en mi opinión agrava la desigualdad. Pero quién soy yo para decirles lo que tienen que hacer. Quién soy yo para decirles que conserven su identidad y no tomen una prestada.

Un concepto que he aprendido es el malinchismo. La Malinche fue la traductora y amante de Hernán Cortés que traicionó a los indígenas. Pues me han comentado que el mexicano tiende al malinchismo en el sentido de que trata mejor al extranjero que al propio mexicano. Una versión chilanga de bienvenido Mr Marshall. Todos odian a Trump pero quieren que las propinas de los gringos sigan llenando sus bolsillos. Strange but legit.
Ribe y yo nos hemos alojado en casa de Fer y Blanca y sus dos hijas. Una vez más les hemos hecho tortilla de patatas y salmorejo y una vez más han pensado que el salmorejo es la salsa de la tortilla sin atender a razones cuando les explicábamos que eran dos platos distintos. Una vez más nos han tratado mejor de lo que merecemos.

Poco más que decir por hoy en este blog. En este bebé con uñas de porcelana. En este pobre intento de captura de miles de sensaciones, de ser un embudo de experiencias del que salen letras desordenadas. Esta deriva absurda que es una sinécdoque del propio viaje. Esta... Cállese.










Sunday, February 19, 2017

Mi primer cuatromil

De toda la vida siempre he sido más de playa que de montaña. Probablemente se deba a que he pasado el 100% de mis veranos en la costa tostándome al sol y jugando al futbol playa en bañador. Ahora viajo con Ribe, que se crió en la Seu d'Urgell rodeado de montañas y claro, hay que hacer concesiones y explorar cómo es eso de subir montañas para luego bajarlas. Algo que así a priori parece absurdo, pero a lo mejor no lo es tanto. Seguid leyendo. Jajajaja, vaya mierda de cebo.

Después de vistiar Gunajuato, San Miguel de Allende y Querétaro nuestra próxima parada natural en esta deriva situacionista era México DF, pero notábamos que no nos apetecía demasiado, como si el cuerpo nos pidiese naturaleza. Algo sorprendente a un urbanita como yo... estoy cambiando. Así que después de una breve investigación descubrimos que cerca se encuentra El nevado de Toluca con una altura cercana a los 4500 metros. En este punto he de decir que la máxima altura que mi cuerpo ha soportado ha sido La Cresta del Gallo en Murcia que no creo que supere los mil metros. Esto lo cuento para teñir con un poco más de épica la gesta que hoy se ha acometido y cometido. No sé si soy el murciano que más alto ha estado del mundo, de hecho no sé si soy el murciano que más lejos está de Murcia en este momento, tengo que mirarlo, pero aquí no tengo cobertura y mucho menos internet.

Voy a pasar a relatar la bravura por la que pasaré a la historia, o no.

Llegamos en el autobús a Toluca y después de preguntar nos dicen que tenemos que ir a un pueblo que se llama Raíces que cuenta con unos quinientos habitantes entre los que no, no se encuentra Kunta Kinte. Casi nos pasamos de la parada de Raíces porque en el bus estaban poniendo, dando, haciendo, una magnífica película llamada The ugly truth con un magnifico doblaje mexicano en la que un guaperas daba lecciones de cómo tratar a las mujeres. Absorto como estaba en la trama no me doy cuenta de que es posible que ya hayamos llegado. Los otros pasajeros hablan una lengua indígena que obviamente no conozco y me aventuro a preguntar con la esperanza de que alguno de ellos hable mi idioma. En efecto, el pueblo que acabamos de pasar es Raíces y suplicamos al conductor que se detenga y nos deje bajar por la gloria de su madre. El hombre, tranquilo, nos abre la puerta sin entender a qué viene tanto alboroto. Ponemos rumbo al parque natural de Toluca con la mochila grande, es decir, a un paso bastante lento, hasta que unos chilangos (naturales de México DF) se apiadan de nuestras almas y nos dan un ride (paseo acercatorio) en su van (furgoneta). Perdón por la jerga, pero dentro de poco haré un diccionario de supervivencia en México. Llegamos al lugar donde dos señores nos ofrecen alojamiento en una posada vacía por unos 7 euros la noche. Nos encienden el fuego en una chimenea central y nos abandonan a nuestra suerte sin electricidad, agua caliente, cobertura y con unas camas que tienen siete cobijas (mantas) cada una. La posada es muy creepy. Tiene muchas habitaciones, una cocina sin ningún tipo de utensilio, una barra de bar también vacía, una virgen en la entrada con una vela encendida y decoración navideña y sí, estamos solos con la única compañía del fuego. De repente llaman a la puerta y decidimos abrir y son dos simpáticos chicos de Oaxaca que han venido sin mucha idea de lo que habí aquí y han decidido quedarse en la posada con nosotros. Compartimos unas cervezas y unos chupitos de tequila que nos regalaron en Aguascalientes. Nos damos las buenas noches y nos vamos a dormir. Esto no tiene mucho interés, pero últimamente tengo como una estúpida necesidad de rigor que no me deja resumir demasiado cuando narro hechos.

Nos levantamos temprano y desayunamos un café de sobre en borella de plástico con agua caliente que sabe a metal acompañado de unas galletas muy ricas. Los otros chicos duermen. Nosotros nos ponemos en marcha. Comenzamos el camino en dirección a la montaña y todo en orden los primeros cinco minutos. Transcurrido ese tiempo de travesía comienzo a notar los tambores de Jumanji en mi estómago y le digo a ribe que tengo que parar. Me escondo un poco en un acto de decencia absurda porque por allí no pasaba nadie y me pongo de cuclillas agarrado a un pino en lo que he venido a denominar la postura pole dance y apaciguo las llamadas de la naturaleza de forma definitiva. Seguimos caminando por un caminito bastante suave siguiendo las indicaciones que nos dieron. Pero nosotros somos muy nuestros y después de caminar un rato decidimos tomar un atajo. Comenzamos a subir y a subir en dirección a un pico que tiene nieve. Hay un caminito que se torna resbaladizo y empiezo a notar algo que creía una leyenda de alpinistas: La altura. La altura es algo que te deja KO sin que te des cuenta. De repente das unos pasos y empiezas a azorarte y a respirar rápido y tienes que parar. Luego sigues otro poco y lo mismo. Le pregunto a Ribe si ha traído oxígeno y me ha dicho que se lo ha dejado en la otra chaqueta. Seguimos escalando y escalando, cada vez la pendiente es más pronunciada y me alegro de ver basura, porque pienso que alguien ha pasado por ahí antes. Es una sensación rara que ya he tenido pero con mierda de caballo. Si hay restos es porque ha pasado gente por aquí. De vez en cuando miramos a la cima y vemos las nubes pasar muy rápidas sin tocar la montaña. Así como con respeto. Un consejo. Cuando las nubes se mueven rápidas es porque hace mucho viento, con el que nos topamos al llegar a la cima. Un viento como un caballo cuando sopla huracanado que dificulta tomarnos el selfie de rigor. Sorprendidos vemos cómo la montaña que hemos subido es un volcán y en su cráter tiene dos preciosos lagunas, La del sol y la de la luna. La temperatura no invita a bañarse, pero los humanos parece hacernos muy felices encontrar agua en abundancia, así que decidimos bajar por el cráter para tocarla. Al principio la bajada es muy técnica y vamos sobre seguro, pero llega un momento en que comenzamos a deslizarnos por las piedras hacia abajo, esquí de pobres. El viento es tan fuerte y tengo tanto frío que apenas consigo disfrutar de la vista, así que hago unas fotos para disfrutar luego, tarea tambien difícil porque no me siento mucho las manos. Es bastante impresionante caminar sobre algo que alguna vez ha sido roca líquida en erupción. Ahora que lo pienso, todo el planeta lo ha sido en algún momento... bueno, no hagáis caso a esto, pero estar en el cráter de un volcán con un laguito en medio es de lo más impresionante del viaje hasta ahora.

Decidimos rodear el lago y nos encontramos a los dos chilangos que conocimos anoche. Van con ropa de calle y no parecen haber sufrido ningún tipo de desventura para llegar al mismo sitio que nosotros. Nos comentan que han subido en coche. Llevan zapatos y ropa de calle. Yo estoy demacrado del esfuero y de la altura. Después de unos cuantos selfies más decidimos bajar también caminando. Unas cuantas horas más y ya llegamos a la posada del resplandor donde caigo fulminado con dolor de cabeza y frío. Aunque me veáis sonreir en las fotos no lo he pasado bien, pero ha merecido la pena. Es broma, sí lo he pasado bien. Me he sentido muy cabra y empiezo a entender por qué la gente se juega la vida para subir montañas. Es muy impresionante bajar, mirar atrás y ver el monstruo que acabas de subir con charquitos de nieve en la cima.

Ahora vuelvo a estar aquí al lado de la chimenea, sin cobertura. Me he tomado un paracetamol para el dolor de cabeza y hemos cenado/comido unos tacos en un bar al que se le va la luz cuando se les acaba la gasolina. La conclusión de todo esto es que el viaje parece pedir más naturaleza y menos ciudades. Subir montañas es muy guay, pero muy sacrificado. Me duele todo pero me duele bien. Voy a echar otro tronco que se apaga el fuego. El fuego nos esclaviza. Perdón, es la altura.







Monday, February 13, 2017

Desasosiego viajero

Hace unos días que me encuentro intranquilo, inquieto, desasosegado y ando en busca y captura de la causa de esta sensación y creo que he dado con ella.

Después de un mes de viaje, cada día consiste en pensar qué visitar, visitar, buscar dónde dormir, planificar el siguiente destino, hacer cuentas de gastos, escribir mails a posibles alojadores, buscar wifi, un enchufe para cargar el móvil, un lugar donde comer que sea rico y barato, visitar museos, monumentos, subir montañas, conocer gente, tomar una cerveza con ellos... En definitiva actividades que permiten seguir adelante y aprovechar al máximo el viaje. De la mayoría de estas actividades suelo apuntar ideas que desarrollar,  referencias que investigar, artistas sobre los que quiero saber más, libros que leer...

En definitiva el viaje es como un proceso de siembra en el que no encuentro el momento de recoger los frutos de lo que crece. Únicamente cuando estoy encerrado en un autobús encuentro el momento de cautiverio voluntario en el que no tengo que visitar nada ni nadie me va a pedir cuentas de lo que haga y es ahí donde me viene la inspiración y la pulsión creativa, donde la tierra se prepara para ser sembrada otra vez en la ciudad o pueblo donde me baje. Sin esto siento el viaje como una sobreproducción de alimento para el alma que no soy capaz de procesar.

Total, que el bus está llegando a San Miguel de Allende y una hora de bus es poco como para escribir una entrada decente, así que me centro en el metaviaje.

Saturday, February 11, 2017

Parálisis hidrocálida

Desde que hice público el blog no he tenido ganas de escribir. Quizá por haber perdido intimidad, quizá porque ahora parece que escribo para más gente. Más gente a la que agradar, más ojos mirando, más juicios de valor, más... Bueno, stop, que me pongo intenso para justificar mi pereza.

Tengo pendiente escribir sobre San Luis Potosí, Real de Catorce y sobre la Huasteca, pero como ya no lo tengo fresco y no me gusta escribir de memoria, pero bueno, algo caerá. Esto me da que pensar en el impresionismo y la escritura y cómo una vez que un momento ha pasado no merece la pena capturarlo. La libreta en medio de la naturaleza en vez del caballete. En fin. A lo que vamos.

Desde el lunes (hoy es sábado) he estado en casa de Daniela en Aguascalientes. Aguascalientes es una pequeña ciudad industrial en medio de México cuyos habitantes se llaman hidrocálidos. Una vez más me maravillo ante el ingenio que hay aquí para los gentilicios. Dicen que es una de las tres mejores ciudades de México para vivir y se nota. El tráfico es suave y casi nadie pita. La gente es más cálida que hídrica aunque no todos. La comida es una mezcla de todas las de México y está deliciosa a pesar de no tener nada típico. En general, al igual que le pasó a Daniela, me ha recordado a Murcia por el tamaño y la calidad de vida.

Voy a ir enumerando cosas así sin mucho orden:

Como podía imaginar hay un manantial de aguas termales que cerraron el día que íbamos a ir.

Hay un museo de la muerte al que fui sin energía. Por un momento pensé que el muerto era yo. Aún no comprendo muy bien cómo entienden los mexicanos la muerte, pero se ríen de ella y la pintan de colores, la personifican y le dan un protagonismo que me hace pensar en si huimos de ella en nuestra cultura. Casi parece un triunfo sobre la misma, pero solo son ideas sobre las que tengo que pensar.

Daniela y su familia nos han tratado a Ribe y a mí a cuerpo de rey. A modo de agradecimiento les hemos obsequiado con una nueva edición de una tortilla de patatas con menos épica que la cubana, pero acompañada de un salmorejo que no estaba nada mal. Un hecho que puede ayudar a entender la comida mexicana es que, para ellos, la tortilla de patatas sola, a pesar de decir que estaba muy buena, era insuficiente, por lo que la tentación de mezclarla con el salmorejo fue demasiado y así lo hicieron. La comida mexicana es combinar elementos, echar salsas, limón, cilantro, chile, cebolla todo lo que haga falta para que cada bocado te explote de sabor en la boca, y vaya que si lo consiguen.

Daniela es profe de arquitectura en la universidad y nos ha llevado a ver algunos de los trabajos de sus alumnos y hemos contribuido a las evaluaciones. impostura que ha sido posible gracias a pasar horas rodeado de arquitectos y que me suenen términos como eje constructivo además de tener mucha jeta.

Lo más impactante ha sido la visita al Cristo roto. Un Cristo de unos 20 metros en medio de una presa al que le faltan una pierna, un brazo y la cruz. Tiene una historia bonita en la que, al parecer, el propio Cristo, cuando lo iba a restaurar pidió que lo dejasen así para que quien lo viera recordase a los que también están rotos. Abajo incluyo una foto.

Aguascalientes ha sido un oasis sedentario dentro de la travesía por el desierto del nomadismo. La ilusión de estabilidad y dejar de ser viajero por unos días para recordar qué era aquello de estar quieto. He notado un poco de entumecimiento al tener todas las necesidades más que cubiertas y al ponerme la mochila me he sentido raro. La quietud es muy seductora pero ahora mismo me apetece más bailar con el movimiento que para parar siempre hay tiempo.

Por último agradecer a Daniela por la hospitalidad, por el libro, por ser tan buena onda, por enseñarnos tantos lugares y por contribuir a construir un mundo más bonito y mejor. A su familia por acoger a dos desconocidos y ofrecerles todo, hasta una botellita de tequila para cuando les echemos de menos.

El próximo destino es Guanajuato. Hasta pronto.

Tuesday, February 7, 2017

La naturaleza fractal de los viajes, el universo y todo lo demás

Un fenómeno curioso que se da cuando se viaja es lo que he venido a denominar la expansión fractal del lugar. Pongamos que llegas a un lugar que te han recomendado en el que planeas estar un par de días. Llegas y a las pocas horas te empiezan a recomendar puntos de interés y lugares de alrededor que los lugareños y otros viajeros te describen como fantásticos. La curiosidad comienza a hacerse fuerte en ti y a hacerte sentir que esos dos días no te van a servir mas que para ver la punta del iceberg. Decides prolongar tu estancia un par de días más y visitas esos lugares que sufren un proceso parecido y se empieza a disparar tu FOMO (Fear of missing out) y tú, que no quieres perderte nada, decides visitarlos también. En el trayecto has conocido también personas fantásticas con las que quieres pasar más tiempo y que a su vez te van presentando más gente interesante. Al final acabas con varios niveles de gente y lugares que no sabes cómo ramificar.

Hay que decir que estos niveles diferencian al turista del viajero y desde hace unos días me pregunto si soy un turista o un viajero y me desasosiega el espíritu pensar que estoy consumiendo lugares a un nivel superficial aunque a veces no me queda otra alternativa. Estoy visitando lugares turísticos, pero la sensación de encontrar un sitio magnífico que poca gente conoce satisface mucho al viahipster que hay en mí.

En Cuba ya sentí que me dejaba muchas cosas por ver y En México me está sucediendo algo parecido. Primero decir que el tamaño es brutal y que no me hacía una idea cuando planifiqué el viaje. Pensaba pasar de puntillas porque no tenía demasiado interés y empiezo a pensar que un mes es poco para visitar un sitio tan grande. Ya he descartado Baja California y varios lugares que me han recomendado como fantásticos. Cada ciudad que visito se ramifica y le aparecen pueblos mágicos alrededor que no te puedes perder, cascadas con forma de cola de caballo, restaurantes que se come bien y barato a la orilla del mar y sé que por mucho tiempo que tenga, esto no va a cambiar.

Últimamente rumio la idea del viaje como una forma de mirar más de cerca y veo que conceptualmente el mundo se comporta de esta manera expansiva en casi todos los aspectos y cuanto más de cerca miras algo más complejo parece. Supongo que la otra opción es un reduccionismo en el que a veces caemos involuntariamente. Oigo mucho decir "No se me ha perdido nada en ..." y lo achaco a una forma de ceguera bastante útil que te hace reducir un lugar, una persona o cualquier cosa a lo poco que sabes de ella y por ello careces de interés. Viajar es permitir a un lugar expandirse y ramificarse. Mirar algo de cerca es darle la oportunidad de ser. Conocer a alguien en profundidad es hacerlo grande y tener acceso a su complejidad. Si no miramos de cerca solo veremos gente, cosas o destinos turísticos.